viernes, 9 de enero de 2015

Hábitos auto-destructivos de un político

El ciudadano común parte de la premisa "el político es ladrón, sinvergüenza y cara de raja... aunque se demuestre lo contrario... "


¿Por qué está desprestigiada la política en Chile?  Eso es... la gran pregunta...  Si examinamos la conducta de los políticos que hace más de 50 años o más estaban en la cumbre del poder en  nuestro país, comprobaremos sin gran sorpresa que la mayoría de ellos poseían características, conductas y hábitos, que por estos días los políticos contemporáneos definitivamente no practican.  Un evidente síntoma de esto es que la reputación de nuestra clase política criolla está por el suelo.  El ciudadano común parte de la premisa "el político es ladrón, sinvergüenza y cara de raja... aunque se demuestre lo contrario... ".

Se ha perdido el noble sentido de la reputación, el valor de la palabra empeñada y el significado de la palabra honorable.  Antiguamente los políticos eran reconocidos y respetados por su condición de autoridad, su reputación era realmente un elemento de valor cuidadosamente preservado bajo una estricta convicción de vida, donde el respeto y las ideas eran los fundamentos de la sana convivencia política, esenciales para el desarrollo de la vid republicana.  No se mal entienda, no es  "Alicia en el país de las maravillas", simplemente que el respeto era una condición irrenunciable.

En la actualidad una de las características de factor común es reconocer que los llamados "políticos", en su mayoría, son motivado por la búsqueda de poder sin medir consecuencias, y resolviendo que es el único camino para generar las condiciones que por convicción (sea buena o mala) desean desarrollar, en concordancia con un línea partidaria, no necesariamente en el ámbito de las ideas, pero sí necesariamente en el ámbito de los intereses (personales o corporativas).

Inicialmente debemos aclarar que algunos políticos partidistas, no todos, tienen un concepto diferente de democracia, es decir, para ellos democracias es "del pueblo, para el partido y por el partido...", es decir, en pocas palabras ellos consiguen los votos para ser electos y luego siguen las líneas editoriales de los partidos, las necesidades de sus bases partidarias y se olvidan de representar los verdaderos intereses de sus bases electorales.  

Podríamos presentar varias teorías al respecto, sin embargo permítame señor lector desarrollar dos líneas argumentales en particular.  La primera dice que los "políticos sinvergüenzas" pertenecen y alimentan el sistema, en compensación son los que sobreviven a los efectos nocivos del propio sistema. Así pues los "políticos honestos" son pocos porque resulta difícil, agotador o tal vez peligroso desafiar al sistema manteniendo una conducta intachable frente a los poderes ocultos de la política partidista.  La segunda es que cada político tiene su tiempo y tal vez "ser honesto" no significa "ser popular", es decir, que tal vez electoralmente es necesario ser mentiroso para triunfar, decir lo que el pueblo quiere escuchar y hacer lo necesario para cumplir las órdenes del partido.  Ambas posturas no son necesariamente mutuamente excluyentes y evidentemente pueden ser mutuamente inclusivas.

Sin embargo, un político puede ser honesto en la medida que pueda ser consecuente con sus verdaderas convicciones (si las tiene) y si es capaz de reconocer los síntomas de la conducta equivocada.  La razón es que los hábitos son comportamientos aprendidos y asumidos, no factores determinantes e inevitables.

Por lo tanto, la primera consideración para tener presente es la necesidad de reconocer estas rutinas letales para luego poder corregirlas y eliminarlas.  lamentablemente en muchos casos el ser humano se percata de la existencia de un problema cuando hay una crisis.  Es decir, muchas veces es incapaz de reconocer lo mal que están actuando hasta que comienza a sufrir las consecuencias.  En este caso el político utiliza las estadísticas para intentar percibir el efecto de su comportamiento, sin embargo, la verdad toma real conciencia del efecto de sus actos cuando aparecen competidores en la pista, generando una perdida en su tan preciado capital electoral.  Esto puede provocar reacciones desesperadas, o sobre reacciones con efectos no calculados, provocando una alerta inmediata en el circulo privado del personaje en cuestión, que debe construir los escenarios rápidamente generando los planes de contingencias adecuados para reaccionar ante la emergencia.  Por lo tanto siempre será mejor prevenir que lamentar.

Negación

De acuerdo a la psicología clásica, existe un concepto llamado "negación de lo evidente".  Esto no es más que un elaborado y complejo mecanismo de defensa inconsciente que es utilizado por todo individuo para reducir los niveles asincrónicos de ansiedad, experimentando la negación de recuerdos, pensamientos, sentimientos, hechos o situaciones que se consideran como intolerables. 

En el caso de los políticos podríamos citar varios ejemplos.  Un caso muy común de esto podría ser un diputado que fue elegido por arrastre gracias al resultado sobresaliente de su compañero de lista.  Otro caso relevante de mencionar son aquellos políticos que son elegidos utilizando la rentabilidad político-electoral que posee su apellido como consecuencia de la gestión de un familiar.  En ambos casos si bien es cierto el ser elegido es el resultado de un ejercicio democrático, es a lo menos cuestionable los méritos efectivos del candidato elegido, por lo cual, incluso más allá del prestigio heredado no garantiza el éxito de su período.

En muchos casos, la negación queda en notable evidencia cuando el político olvida su origen humilde y comienza a construir una estructura mitómana, mística, mitológica, mágica y totalmente imaginaria, del "súper héroe" y de su supuesta grandeza política.  Para el ciudadano elector y para los otros, resulta una ridiculez de proporciones cuando se toma conciencia de la historia del personaje y se logra cotejar la verdadera versión.

Pero no seamos injustos, el problema no está en lograr llegar a una posición por accidente o por mérito de otros, en estos casos el pueblo se manifiesta con el voto, y hay que ser respetuoso con la decisión.  Además puede que la elección realmente sorprenda a sus propios electores cumpliendo o superando las expectativas de su gestión. 

El problema se presenta cuando el político sufre de "negación de lo evidente".

Arrogancia

La arrogancia o el popularmente llamado "centro de mesa", es un individuo capaz de autoalimentar su ego sin límites, quedando inconscientemente impedido de escuchar a su entorno (ciudadanos, electores, partidarios, seguidores, amigos, etc.).  Del mismo modo que el caso anterior, generalmente este síntoma surge como consecuencia de algún premio, logro, satisfacción, cargo, posición o resultado exitoso obtenido.  Cuando el "factor sorpresa" o "inesperado" es acompañado del éxito, el síntoma se presenta con mayor celeridad.  Este fenómeno genera una falsa sensación de "invulnerabilidad" o de "súper poderes políticos" que le permiten "luchar por la justicia" y "salvar al mundo" como un acto de supremacía total, es decir, el personaje siente que tiene la capacidad de contrarrestar y administrar los efectos del entorno, y que es capaz de poder conducir con extremada sapiencia el medio ambiente político.   Es majadero en mostrar a quién pueda l envergadura de sus éxitos, intenta intimidar a todo su entorno para demostrar superioridad, abusa de su poder, y tiende a privilegiar a los que validan su comportamiento e intenta eliminar a sus disidentes o detractores.

Generalmente, el político comienza a utilizar las plataformas mediáticas, intenta construir un equipo comunicacional para fortalecer su relación con los medios, incluso llega a experimentar lo máximo de la auto referencia creyendo e idolatrando absolutamente todo lo que dicen sus propios comunicados de prensa.

Complacencia

Esto no es más que el reflejo de la limitación intelectual o del sedentarismo intelectual del individuo.  Este recurso mediocre es recurrente en las personas que piensan que su éxito no tendrá oscilaciones, es decir están convencidos que continuará y se mantendrá en el tiempo no importando lo que pueda suceder.  Para este tipo de individuos el espacio temporal no tiene variaciones, es decir, el futuro será siempre como el pasado o el presente.  El factor de poder está tan arraigado en el tiempo que logran percibir equivocadamente que sus nichos de influencia son ilimitados e infinitos.  Lo más peligroso de esta situación es su actitud statu quo.  No es tolerante con el sentido de urgencia, para este tipo de individuos no existe las emergencias, simplemente existe él con su "genética intelectual superdotada" para entregar la poción de alquimia necesaria.  La burocracia es el factor común, no tiene prisa para resolver.  No se niega la posibilidad de la existencia de armaduras o blindajes corporativos, sin embargo la capacidad de resistir sin límites es una postura totalmente llena de fantasía, especialmente en estos momentos que se está experimentando la recuperación transversal de la dinámica social.

Dependencia

Cuando una persona comienza a desarrollar su carrera política, generalmente no está consciente hasta dónde llegará,  es más, generalmente no tiene percepción que está iniciando su carrera política.  En este camino va desarrollando diferentes habilidades que le permiten desenvolverse exitosamente.  Cuando el individuo es dependiente de esta habilidad para continuar avanzando, su situación comienza complicarse.  Es decir, los paradigmas se apoderan del entorno limitando la visión, impidiendo poder reconocer nuevas oportunidades.  Es el mismo caso de la persona que está tan preocupada por fracasar que es incapaz de cambiar su realidad para intentarlo.

Esta situación queda en evidencia cuando el entorno comienza a perder interés por la gestión política del individuo, o cuando la competencia evidencia avances significativos en el tiempo.

Para enfrentar esta situación es importante reconocer una habilidad obsoleta e intentar rediseñarla y cambiarla por otra de mayor competitividad política, estamos hablando de la forma como hacer política, en ningún caso del vicio nocivo de descartar o vender convicciones por un factor electoral.  En este proceso complejo, si no es posible encontrar una respuesta oportuna estamos en presencia de una dependencia.  Para un líder exitoso no es fácil reconocer que está equivocado en su estrategia y más difícil aún cambiar. 

Todas las habilidades están arraigadas en la realidad cultural del individuo, por lo cual el estrés generado es de consideración si no se tiene la capacidad flexible de adaptarse a los cambios de paradigma.  Los esfuerzos por lograr un cambio resultan estériles, la pasión desaparece, la motivación no encuentra sentido, el desánimo se apodera del día a día, los padrinos comienzan a tomar distancia y en el peor de los casos el individuo queda perdido en el plano del olvido.

Miopía política

La miopía política es la perdida degenerativa y continua de la visión política periférica.  Es decir el individuo comienza a prestar especial preocupación y atención a sus competidores directos, generalmente más poderosos, olvidando percibir o perdiendo visibilidad del comportamiento de los competidores más pequeños.  Por lo tanto, pierde la posibilidad de detectar e interpretar prematuramente amenazas menos evidentes.

No son pocos los personajes de la farándula política criolla han sufrido los efectos nocivos de la miopía política.  No son pocos los que han levantado grandes candidaturas que nacieron con certificado de defunción.  Esto como consecuencia de una mezcla alquimista de todos, o de a lo menos algunos, de los componentes ya mencionados en estas líneas.  Hemos visto como existen políticos que han sido utilizados para obtener ganancias políticas del momento asegurando votos en el congreso, para luego ser abandonados sin piedad a su suerte pagana, convirtiéndose en víctimas de su propio veneno.

Otro factor elemental de muchos políticos, es la dependencia frenética y patética que tienen de las encuestas.  Convirtiéndose en viciosos terminales de una verdadera ceremonia sagrada.  Esta que los hace leer detenidamente, obsesivamente y con actitud contemplativa, para obtener datos que permitan entregar una "fotografía" de la situación, y lograr encontrar algún mensaje entre líneas que le permita fanfarronear con sus pares.  Todo esto olvidando el verdadero sentido del servicio público, es decir, trabajar para todos y cada uno de los chilenos.


Obsesión por el volumen


Este tipo de patología política habla del político que es capaz de hacer cualquier cosa para obtener espacios en las plataformas mediáticas, sin importar la calidad del contenido.   Este modelo de ineficiencia de costos resulta muy tóxico para el personaje, debido a que afanado por generar cantidad, sacrifica su imagen pública por sobre exposición y desprestigia por la carencia de sustancia.  
Algunos piensan que el capital político es infinito y tiene una parcela monopólica, sin embargo, en la práctica está expuesto a generar grandes pérdidas políticas si no logra controlar mediáticamente sus intervenciones, especialmente en lo referente a la participación en programas de televisión con perfiles editoriales ajenos y muchas veces incompatible con la responsabilidad política, traicionando la confianza y responsabilidad del cargo que ostenta, especialmente transgrediendo el respeto a sus electores.
De igual forma que el resto de los hábitos destructivos, la obsesión por el volumen está vinculado al crecimiento, es decir, es un sub producto del éxito.  Con el afán de mantener su preciado tesoro a todo costa, el individuo político busca satisfacer la sed de mostrarse buscando los argumentos mediáticos más inverosímiles que se pueda pensar.
Otro elemento del mensaje está vinculado con la pertinencia desenfrenada para lograr prorrogar su estándar de visibilidad continuo en el tiempo, he aquí donde la posición de complica.  Es simple, todo ciclo de éxito tiene etapas de alza, otras decrecientes, hasta finalmente caer.

Los síntomas son claros.  Este hábito se muestra en la liviandad y ligereza con que actúa el político en consideración de los efectos de la sobre exposición, menospreciándolos e ignorándolos.  El calculo político es erróneo, postula con simetría subsidiaria, en la cual una intervención mediática exitosa puede eliminar una mala intervención o acción.  El cálculo de los costos y los beneficios de la estrategia comunicacional es egocéntrica, se centra en la figura pública, desplazando toda opinión de sus equipos de asesores.  Generalmente, en esta etapa, las encuestas y los estudios de opinión indican una posición adversa para el individuo político.

Territorio por conveniencia

Conforme el capital político del individuo político crece, su capacidad de vincularse, de establecer redes, comienza a expandirse logra constituir lo que se llaman "nodos funcionales", es decir, puntos en los cuales comienza a tejer su red de contactos.  Este modelo de grafos comienza a tener un comportamiento propio de una red de influencias.  La habilidad del individuo político se basa en la capacidad de administrar y generar estas redes, alimentarlas y hacerlas crecer.  Los más sofisticados logran generar vínculos transversales que sobrepasan toda la gama de colores políticos.

Este sistema cuidadosamente elaborado y cuidado con exceso sigilo, alimenta el ego y comienza a confundir la perspectiva del individuo político, confundiendo contactos con poder.  Estableciendo una supremacía imperceptible pero reactiva que motiva al individuo a pensar que está en el limbo.

Es aquí donde comienza a establecer "oficina territoriales" donde desarrolla actividades, generalmente estas "oficinas" son espacios que otras personas, que por distintas razones, facilitan al individuo político para desarrollar actividades que bajo la bandera del partido están destinadas a fortalecer su red de contactos.  Posteriormente, estas instancias se convierten en agencias de empleo y no en una plataforma para recibir, sistematizar y gestionar las necesidades de los ciudadanos.  Eso permite fidelizar contingente útil para operaciones políticas de mayor envergadura.  Las oficinas territoriales se convierten en la extensión de una sede del partido y en lo íntimo se pierde el valor de la opinión ciudadana, generando verdaderos grupos de obreros electorales disponibles para los períodos de campaña.

Cuando el individuo comienza a transitar sistemáticamente por el territorio privilegia a las organizaciones de mayor tamaño o relevancia pública, intentando obtener loteos masivos de votos.  En este punto ya se supero la etapa de los intereses partidistas, ahora son exclusivamente del individuo político, y poco a poco comienza a transformarse en un animal político.

Luego de obtener la presencia necesaria comienza a enviar emisarios, o representantes reemplazantes, a actividades catalogadas como secundarias o menos importantes.  Se pierde interés en lugares apartados o zonas rurales con poca densidad electoral y se descarta cualquier pedido individual y que no tenga algún interés para el animal político.

Los síntomas de este hábito son claros, la disensión es el más notorio, en lugar de ser un político lleno de convicciones, es simplemente un hombre con ambición de poder, intereses particulares y sin interés por el servicio público.   Se torna un individuo indeciso, al no tener un norte conviccional pierde su horizonte con facilidad.  Al no tener una hoja de ruta la confusión torpe y carismática es un elemento recurrente.  Finalmente, los seguidores conviccionales comienzan a percibir los vicios del individuo político y comienzan a visualizarlo como el animal político en el que se ha convertido.







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